La Locomotora Salas: un revulsivo que tracciona al equipo no solo en la cancha

No
se
trató
de
un
refuerzo
futbolístico
que
le
dio
a


River
la
agresividad
ofensiva
marca
registrada
de
los
equipos
de


Marcelo
Gallardo:


Maximiliano
Salas
también

potenció
notablemente
la
actitud
colectiva
de
un
plantel
que
parecía
haber
entrado
en
un
estado
inconsciente
de
amnesia.
Y
lo
hizo

por
contagio
natural,
en
un
principio

en
el
campo
de
juego
y
a
medida
que
pasaron
los
días,
también
en
el
vestuario.

Desde
su
impactante
debut
con
la
Banda
frente
a
Platense
con
un
golazo
incluido
que
se
vio
su
voracidad
física
para
disputar
cada
pelota
como
si
fuera
la
última
de
su
vida
y
su
mentalidad
para
pasar
por
encima
a
los
defensores
rivales,
algo
que
con
la
naturalidad
que
lo
caracteriza
trasladó
al
discurso
interno
en
el
día
a
día.

Una
locomotora
que,
pese
a
haber
llegado
hace
nada,
ya
empezó
a
traccionar
a
sus
compañeros
en
la
búsqueda
de
más
gloria.

En
la
intimidad
(y
no
tanto)
ya
todos
admiten
que

el
efecto
Salas
en
River
es
mucho
más
amplio
de
lo
que
brinda
el
correntino
de
27
años
en
cada
partido.
Su
influencia
en
la
cabeza
de
sus
pares,
de
hecho,
es
la
mejor
lección
para
un
equipo
que
debe
ser
ambicioso
por
la
exigencia
histórica
del
club.
El
zurdo
de
Curuzú
Cuatiá
que
se
crió
en
la
humildad,
lleva
en
su
ADN
que
lo
más
importante
en
cualquier
ámbito
de
la
vida
es
la
actitud
y,
añadido
a
eso,
la
convicción
de
que
con
esfuerzo
las
cosas
van
a
salir
bien.

Por
eso,
con
el
apego
y
la
confianza
que
le
transmitió
el
grupo
desde
que
lo
cobijó,

Maxi
se
enfocó
en
trasladarles
su
esencia
a
los
integrantes
del
plantel
en
la
misma
línea
que
los
líderes
históricos
y
capitanes
Enzo
Pérez
y
Franco
Armani.

El
Mencho
posmoderno,
acaso

con
más
hechos
que
palabras,

se
va
tranformando
en
el
paradigma
en
el
que
se
pueda
reflejar
cada
futbolista
para
salir
a
jugar
la
serie
de
cuartos
de
la
Copa
Libertadores
ante
el
Palmeiras
o
el
morboso
cruce
contra
la
Acadé
con
el
cuchillo
entre
los
dientes.
Como
cuando
Joni
Maidana
o
Gabi
Mercado
tirarban
del
carro.

Ese
revulsivo
es
precisamente
el
que
buscó
Gallardo
en
el
mercado
de
pases
para
devolverle
a
su
equipo
la
agresividad
que
había
perdido.
Mezcla
del
despliegue
incansable
de
Rafael
Borré
o
la
asfixiante
presión
de
Julián
Álvarez
en
el
campo
de
juego
y
el
contagioso
optimismo
que
transmitía
el
Oso
Pratto
afuera,
Salas
de
a
poco
se
va
ganando
el
respeto
a
fuerza
de
hechos.

Al
Búfalo,
Mencho,
Matador,
Bestia,
Tractor
o
como
quieran
apodarlo
según
el
gusto
del
consumidor
le
complace
también
estar
pendiente
de
todo,
de
cada
concepto
que
transmite
Gallardo,
de
cada
indicación
personal
o
grupal,
de
las
virtudes
y
defectos
de
los
adversarios
de
turno
y
de
lo
que
se
respira
en
el
grupo.

Por
su
esforzada
carrera
iniciada
en
el
barro
del
ascenso
en
All
Boys
y
por
su
experiencia
de
haber
dejado
de
su
casa
familiar
en
Corrientes
a
los
12
años
para
ir
detrás
de
su
sueño
de
jugar
en
River,
el
ex
Racing
tiene
el
cuero
curtido
de
batallas
mucho
más
complejas
que
el
fútbol.
Y
desde
ese
lugar
inculca
su
lema
de
que
la
base
de
cada
éxito
debe
estar
impulsado
por
el
sacrificio
con
que
se
encare
cada
meta
y
de
que
eso
es
lo
único
que
no
le
puede
faltar
a
un
futbolista,
ya
que
desde
esa
fortaleza
mental
“se
equipara
todo
lo
demás”.

Por
supuesto
que
él
refleja
con
el
ejemplo
lo
que
pregona.
Y
por
eso
logró
esa
llegada
en
el
alma
de
un
grupo
que
se
encolumnó
detrás
de
su
energía
avasallante.
Incluso,
para
conseguir
que
sus
compañeros
entiendan
que
esa
intensidad
que
lleva
en
la
sangre
resulte
una
molestia
positiva
para
ellos
en
los
entrenamientos,
como
lo
expresó
Paulo
Díaz
a
modo
de
elogio
luego
del
triunfo
ante
San
Martín
de
San
Juan,
o
su
compañero
de
habitación
en
las
concentraciones,
Giuliano
Galoppo,
en
estos
días:
“En
la
cancha
siempre
saca
algo
de
la
nada”.

Salas
juega
como
vive
y
vive
como
juega,
con
el
sudor
como
prioridad
y
sus
goles
y
aportes
técnicos
como
consecuencias.
Así,
desgasta
a
los
rivales,
los
asfixia
y
los
agarra
con
la
lengua
afuera.

Así,
intenta
que
el
resto
lo
siga
en
cada
entrenamiento.

Es
como
un
motor
que
empuja
y
empuja
con
esos
caballos
de
fuerza
que
no
dejan
de
sorprender.
Y
lo
más
valioso
es
que
combina
este
juego
sucio
con
una
capacidad
técnica
no
tan
lejana
a
la
de
talentosos
como
Driussi
y
un
liderazgo
desde
la
acción.

Es
mucho
más
que
un
delantero
potente
y
completo.
Salas,
hoy,
es
la
locomotora
de
la
ilusión
de
River.