‘Kimi’: un frenético thriller en HBO Max que cuestiona la moralidad de las corporaciones tecnológicas

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Al guionista David Koepp, escritor también de ‘Kimi’, le conocemos por sus blockbusters, especialmente los dirigidos por Spielberg: ‘Jurassic Park’ y ‘La guerra de los mundos’, así como otros éxitos de gran presupuesto: ‘Mission: Impossible’, ‘Spider-Man’ de Raimi, un par de entregas de ‘El código Da Vinci’ y otras. Pero la parte más interesante de su trabajo está en las películas más pequeñas (o de espíritu más modesto, independientemente del presupuesto), donde Koepp no solo plantea ejercicios narrativos más estimulantes, sino que también lanza ideas más atrevidas.

Por ejemplo, sucede con ‘El efecto dominó’, una pequeña película -también dirigida por él- en la que un apagón generalizado desata el caos en una comunidad; la brutal sátira de los pijos de Beverly Hills ‘La muerte os sienta tan bien-; el memorable experimento pulp ‘La sombra’; o la fabulosa -y espiritualmente muy modesta- ‘La habitación del pánico’. Steven Soderbergh reconoció haber revisado varias veces esta última en su lista de lo que vio y leyó durante 2021.

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Lo mejor de muchas de ellas transpira también en ‘Kimi’, un homenaje modesto y conciso a Hitchcock (uno de los referentes clave de Koepp, que lo ha referenciado en múltiples películas, como las citadas ‘Mission: Impossible’ o ‘La habitación del pánico’), y que se beneficia de la pericia de Steven Soderbergh para la manipulación narrativa de la imagen y el sonido. El resultado es un estimulante thriller, tan memorable como intrascendente, sobre las corporaciones tecnológicas y su forma de ocupar espacios que antes pertenecían a la esfera de lo privado.

Conoceremos a Angela (fantástica Zoë Kravitz, que ocupa la pantalla el cien por cien del metraje), que trabaja para una compañía que ha lanzado Kimi, un altavoz inteligente estilo Alexa. Se dedica a revisar mensajes de error que reportan los usuarios, hasta que encuentra un mensaje que podría contener una agresión. Quiere entregar el mensaje, pero hay un problema añadido: es agorafóbica y está, en plena pandemia por el COVID, encerrada en casa sin atreverse a salir.

Crítica vestida de thriller

Steven Soderbergh, que desde que volvió de su fugaz retiro en 2016 está más prolífico que nunca, aporta sus técnicas de edición y trucajes heredadas del cine independiente a una producción modesta pero con hechuras mainstream. ‘Kimi’ es una película que fluye con una agilidad pasmosa, y que se permite pequeñas experimentos muy vistosos, como las secuencias en las que Angela trabaja frente a sus pantallas y examina los audios, o el asfixiante tramo en el que decide salir de su casa.

Y bajo esta superficie de thriller hitchcockniano (acentuado por la clasiquísima banda sonora de Cliff Martinez), Koepp se permite lanzarnos una crítica no muy profunda pero sí muy consistente a las corporaciones tech. ¿Por qué dejamos que las IAs y las empresas que nos las facilitan penetren en nuestra intimidad? ¿Son una ayuda en el día a día o potencian nuestros problemas? ¿Somos capaces de establecer límites? ‘Kimi’ no es una película de tesis sino un entretenimiento trepidante, pero entre persecuciones y suspense siembra algunas semillas de desconfianza.

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Algunas de las ideas de la película se mueven por cauces algo tópicos, pero Soderbergh y Koepp se las arreglan para inyectar una inteligente malicia en su propuesta. Por ejemplo, la decisión de que Rita Wilson -habitualmente destinada a papeles positivos- dé vida a una jefa en la que solo se puede confiar a medias; o el extraño e inquietante plano final… todo ello se refuerza con la estupenda interpretación de Kravitz, que dota a su personaje de una fragilidad con la que es fácil empatizar, y que contrasta con el ejército de apps, electrodomésticos e IAs que le asisten.

Rodada durante la pandemia, Soderbergh también se las arregla para ofrecernos una visión nada tremendista pero sí muy seria acerca de los problemas mentales que hemos desarrollado o se han visto potenciados durante el COVID. Todo confluye en ‘Kimi’, un divertimento de suspense en cuya superficie solo hay que rascar un poco para que broten estimulantes detalles de crítica e inconformismo.