Quién es Ronald Koeman, el nuevo DT de Barcelona y Messi

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Minuto 112 de partido. Barcelona y Sampdoria no se sacan ventajas en la final de la Copa de Europa en el mítico estadio de Wembley, en Londres. Hristo Stoickhov toca para Eusebio, que se atolondra y se topa con la marca del Giovanni Invernizzi.

El italiano cae y el español le sigue dando a la pelota, rival en el piso mediante. El árbitro cobra retención: tiro libre en la puerta del área. Ronald Koeman, líbero de Barcelona, cruza toda la cancha para hacerse cargo. Stoickhov toca para José Bakero, que la para mientras Koeman inicia su carrera para sacar un fierrazo que se clava en el palo izquierdo de Gianluca Pagliuca.

El por entonces holandés -ahora neerlandés- defensor no puede evitar las lágrimas. Minutos después en aquel 20 de mayo de 1992, Barcelona concretaba su primera Copa de Europa -hoy Champions League- de la historia tras perder las finales de 1961 y 1986.

Con el gol más importante de la historia de Barcelona en sus espaldas, Koeman llega al club catalán en medio de una convulsión pocas veces antes vista, culminada con el 2-8 ante Bayern Munich en un año repleto de polémicas, que derivaron en el despido de dos entrenadores (Ernesto Valverde y Quique Setién), la convocatoria a elecciones en 2021 y la rescisión del secretario deportivo (Eric Abidal) este martes.

La prensa local alega que el neerlandés de 57 años es el indicado para hacerse cargo de un vestuario repleto de egos y, por sobre todas las cosas, veteranía. Incluso nombres del tamaño de Sergio Busquets, Luis Suárez o Jordi Alba estarían entre los candidatos a salir para “renovar” la cara del club.

A pesar de tener una ligazón irrompible con las influencias tácticas de Johan Cruyff, DT y creador de aquel “Dream Team” culé de los ’90 con Michael Laudrup y Josep Guardiola entre otros, no podría decirse que Koeman es un dogmático del “tiki-taka”. Por caso, en sus inicios como entrenador, compartió cuerpo técnico como Mourinho, a la postre un símbolo del fútbol pragmático.

En ese sentido, Koeman tiene una aparición poco auspiciosa en el mítico “El fútbol a sol y sombra” de Eduardo Galeano, en un capítulo dedicado al “Vale todo”.

Luego de algunas menciones a la falta de escrúpulos del fútbol profesional como parte de un sistema de poder y a las falsificaciones de certificados de nacimiento en selecciones juveniles mexicanas, aparece la palabra del por entonces defensor.

“Fue un acto de pura clase. (Jean) Tigana era el más peligroso y había que neutralizarlo a todo costa”, expresa Koeman, en referencia al patadón que su compatriota (Hans) Gillhaus le propinó al francés en un cruce de cuartos de final de Copa de Europa entre su PSV y Girondins Bordeaux en marzo de 1988. Tigana tuvo que salir reemplazado y el Eindhoven pasó de ronda gracias a un tanto de visitante para luego ser campeón del certamen. Toda una declaración de principios del ahora DT culé.

Aquel testimonio (por si hacía falta, Koeman agregó que “es así como hay que ir en Europa. Es preciso aprovechar los puntos débiles de los adversarios. Si se sabe que Tigana tiene la rodilla mal, hay que pisársela”) le valió una multa de su equipo y hasta una fecha de suspensión de la UEFA, que lo obligó a perderse una de las semifinales del PSV que dirigía Guus Hiddink, un elenco timorato, que marcó sólo dos goles de cuartos de final en adelante, empatando sus cinco partidos e imponiéndose en la final ante Benfica por penales (Koeman no falló el suyo).

Las polémicas de Koeman no se limitan a un episodio. Quizá la más conocida se dio unos meses después, en la Eurocopa de junio de 1988, celebrada en Alemania Federal. La cita era entre los locales y Holanda, por semifinales. La rivalidad entre las escuadras es tal que se lleva un capítulo entero en el libro “Fútbol contra el enemigo”, del periodista Simon Kuper. El capítulo se titula “Fútbol como guerra”.

Los ánimos naranjas estaban caldeados antes del encuentro, por la final perdida por la Naranja Mecánica en el Mundial de 1974 y por los 31 años sin victorias en duelos entre sí: tres empates y siete triunfos germanos.

Pero sobre todas las cosas, según relata Kuper, por el pasado bélico de la Segunda Guerra Mundial: Alemania ocupó por cinco años durante el conflicto el territorio de un país que se recuerda a sí mismo como parte de la resistencia a los nazis, según el autor. La tensión era tal que los holandeses tuvieron que cambiar de hotel para no compartir con los locales.

El antecedente de que durante el certamen de 1974, el diario alemán Bild puso un cronista en la puerta de la concentración naranja a la espera de escándalos tampoco ayudaba. En aquella previa, se llegó a publicar que se vio a Cruyff ingresando al hotel con “champagne y chicas desnudas”.

Pero volviendo a 1988… Hamburgo, 60 mil espectadores. La leyenda cuenta que había seis mil entradas para los holandeses, pero que el 75 por ciento del estadio era naranja. Que fue baile visitante, que los alemanes se dedicaron a “patear holandeses” y que, a los 87, una definición desde el piso de Marco van Basten puso el 2-1 para los suyos (previos goles de penal de Lothar Matthäus y Koeman).

El partido ya había terminado pero los vencedores estaban furiosos. Es que los alemanes no los habían saludado tras el pitido. El único que lo hizo fue el volante Olaf Thon, quien incluso cambió camisetas con Koeman, algo de lo que luego se arrepintió. De cara su gente y ya en cuero, el defensor rubio tomó la camiseta de Thon y se la pasó por la cola. Una postal para la posteridad.

Polémicas aparte, Koeman fue un jugador excepcional. “Fue vital como el líbero que se sentía cómodo al meterse en el mediocampo. Tenía un toque fantástico. Con uno de sus pases podía poner a todos los delanteros jugando mano a mano, con ese solo pase, y ahí aparecía el ritmo real del juego, todo tipo de posibilidades se abrían”, lo definió Cruyff.

De padre y hermano futbolistas (Erwin, su hermano, también fue parte de la coronación holandesa en 1988), Koeman supo ganar más allá de la camiseta de turno: campeón continental con Barcelona, PSV y su Selección. Pero como entrenador, sus ánimos se calmaron y sus vitrinas son un tanto menos vistosas: ligas neerlandesas, copas locales varias y una Copa del Rey con Valencia en 2008.

Tras un buen paso por la Premier League (en cuatro temporadas entre Southampton y Everton no bajó nunca del octavo puesto y clasificó en tres ocasiones a la Europa League) le llegó la oportunidad en la selección de su país, para refundar al equipo tras quedar afuera del Mundial de Rusia 2018.

En poco más de un año, sin grandes nombres y con muchos jugadores de proyección, como Frankie de Jong (ahora en Barcelona), depositó a Países Bajos en la final de la Liga de Naciones de la UEFA, donde cayó con Portugal (1-0). Su táctica favorita: 4-3-3 y presión en la salida rival. Es decir, preferencia por piernas frescas y jóvenes.

Tales credenciales recientes caen como anillo al dedo del Barça, necesitado de renovar un plantel al que ya le pasó su mejor versión. Un ídolo del club parece ser el indicado para semejante tarea, por lo menos en la visión de los dirigentes, quienes ahora tendrán que hacer todo lo posible por retener a Lionel Messi.