‘Manhattan sin salida’ es una muy grata sorpresa: un thriller de ritmo endiablado que evoca el cine policiaco de los 70

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Uno de los principios de diseño más populares se encuentra en el acrónimo KISS, acuñado en torno al año 1960 y que aboga por la sencillez en sus múltiples traducciones, que van desde el mítico «keep it simple, stupid!» —»¡mantenlo sencillo, estúpido!»— a otras menos agresivas como «keep it short and simple», «keep it simple, silly», o «keep it simple and straightforward».

Esta máxima puede —y, en muchas ocasiones, debería— aplicarse a un medio cinematográfico que, con el paso de los años, y siempre salvando a un buen número de excepciones, ha visto diluida buena parte de su contundencia al perderse entre florituras técnicas, formales y narrativas que invitan a añorar otros tiempos en los que todo era más directo y visceral.

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Con ‘Manhattan sin salida’ —’21 Bridges’—, Brian Kirk recupera la esencia del thriller policíaco de espíritu pulp propio de los años setenta y huye de complicaciones innecesarias en un relato electrizante que, pese a no aspirar a revolucionar el subgénero de ningún modo, ofrece 100 soberbios minutos de acción, suspense y diversión a raudales.

Tan sutil como un disparo a bocajarro con una recortada

21 b

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Si algo convierte el último trabajo del cineasta irlandés en una de las grandes sorpresas tapadas de 2020, eso es su endiablado ritmo. La poco más de hora y media que condensa la odisea contrarreloj del detective Andre Davis está montada con una cadencia rauda e impecable —fantástica labor de Tim Murrell—, en la que cada corte está ejecutado con una precisión digna de cirujano.

Esto afecta a tanto a la estimable gestión del suspense como al desarrollo de una trama que, aunque simple y algo previsible, cumple a la perfección, pasando por unos diálogos concisos y agresivos, llenos de sentencias lapidarias, que se suceden en pantalla como una ráfaga de ametralladora y aportan un apetecible extra de épica urbana al conjunto.

Twenty1 Superjumbo

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En medio de esta avalancha de adrenalina, resulta chocante encontrar un surtido de personajes —y esto atañe desde los principales a los secundarios— con un tratamiento tan cuidado y un mimo tan presente a la hora de desarrollar sus arcos dramáticos, por muy elementales que sean. Una virtud potenciada por un reparto particularmente solvente, en el que Chadwick Boseman, Sienna Miller o J.K. Simmons destacan sin esfuerzos.

Por su parte, el trabajo tras las cámaras de Kirk, curtido en el panorama televisivo en producciones como ‘Juego de tronos’ o ‘Penny Dreadful’, está a la altura de lo mencionado hasta el momento; haciendo gala de una puesta en escena contenida pero sumamente efectiva que extrae oro de la violencia seca y contenida, y del marco incomparable de una ciudad de Nueva York reconstruida con pericia y veracidad en las calles de Filadelfia.

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No puede negarse la mayor y omitir el hecho de que el metraje de ‘Manhattan sin salida’ está minado de tópicos y lugares comunes, pero su depurada ejecución y su habilidad para sumergirte en la podredumbre sistémica sobre la que pivota la narración, sumadas a cierta nostalgia ante un tipo de cine en vías de extinción, son motivos más que suficientes como para considerarla una pequeña delicia que reivindicar.

Puede que no invente la rueda y que sea tan sutil como una disparo a bocajarro con una escopeta recortada, pero, diablos, qué viaje tan genial.