Hace 40 años se cumplía el postergado sueño de ver a Sinatra en la Argentina

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Sinatra en Buenos Aires (foto archivo Roman von Fikstein)

Sinatra en Buenos Aires (foto archivo Roman von Fikstein)

A pesar de la debacle económica que vivía el país con una de las devaluaciones más feroces de su historia y en medio de los malabares cada vez más complicados de la dictadura militar para ocultar sus aberrantes crímenes, los argentinos dejaban de lado por unos diez días sus penurias cotidianas para cumplir el sueño de ver actuar en nuestra tierra a Frank Sinatra, la gran leyenda de la canción popular que, a sus 65 años, venía por primera vez a ofrecer una serie de conciertos.

Desde el domingo 2 de agosto de 1981, momento en que aterrizó junto a su esposa Barbara en nuestro país, cada paso que dio «La Voz» acaparó la atención de toda la prensa y la farándula local, se convirtió en tema de conversación diaria de los argentinos y solo encontró una tenue competencia en el interés popular en el inminente campeonato que Boca Juniors estaba a punto de obtener de la mano de la joven estrella Diego Armando Maradona.

En un hecho casi inédito en nuestro país, puesto que hasta entonces no era una plaza habitual para los grandes artistas internacionales, Sinatra brindó una exclusiva cena show el 5, 6, 7 y 8 de agosto en el Hotel Sheraton, en donde además de hospedó; y el 9 y 10 ofreció conciertos destinados a un público más popular en el Luna Park.

El sueño de tener a Sinatra en la Argentina fue posible gracias a las largas negociaciones del empresario Ricardo Finkel y al apoyo financiero de «Palito» Ortega, aunque la historia oficial injustamente solo reconoce al cantautor tucumano como único responsable, tal vez por su popularidad y por el rojo en el balance de las cuentas finales que debió afrontar, a raíz de una suba del dólar de alrededor del 200 por ciento desde la firma del contrato.

Más allá de eso, los seis shows que llevaron a un extremo inusitado las capacidades de producir un show que había en el país, y que concitaron la atención del público y de los famosos que no querían perderse la oportunidad de ser parte del acontecimiento, marcaron un antes y un después en la historia de conciertos célebres que se dieron en Argentina.

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The Best is Yet to Come – Frank Sinatra

«La llegada de Sinatra al país en lo artístico era un sueño imposible, algo que se pensaba que nunca iba a pasar. Era algo impensable así que se vivió de esa manera, como algo que nunca iba a pasar pero finalmente estaba pasando», graficó en diálogo con Télam el periodista Diego Mancusi, autor junto a Sebastián Grandi, de «Operación Sinatra», un libro que cuenta los pormenores de esa visita.

Pero además del fervor popular, que se extendió a la farándula argentina que se desvivía por asistir al concierto con el inconfesable deseo de aparecer en las fotos junto al artista; la visita de Sinatra fue un tema de Estado para la dictadura militar, que en esos meses había ubicado al represor Roberto Viola en la Presidencia de la Nación.

«Había una decisión de la dictadura de mostrarse de cara al mundo como un país abierto con el fin de esconder las cosas que estaban pasando y que se empezaban a conocer en el resto del mundo. Era parte de esa famosa `campaña antiargentina que había que contrarrestar», advirtió Mancusi al recordar la reunión que el dictador Viola mantuvo con Sinatra, del mismo modo que meses atrás lo había hecho con Queen.

El propio Sinatra colaboró con las intenciones de lavado de imagen de la dictadura hacia el mundo cuando en la única entrevista que concedió en el país, para la revista Gente, dijo que su postergada visita era posible «porque se dieron finalmente las condiciones» y dejó en claro expresamente que se refería con eso a la «lucha contra la subversión».

Los shows de «La Voz» en el país hicieron historia no solo por cumplir un viejo sueño de décadas de ver a una leyenda en vivo, ni por el contexto en que ocurrieron; sino además por elevar la vara en lo referente a niveles de producción en el ámbito local.

«El rider de Sinatra en cuanto a pedidos técnicos era insólito para el país. Se tuvieron que asociar los sonidistas, los iluminadores para poder cumplir algo que no era negociable. Así que, desde el punto de vista técnico y en lo logístico, fue rupturista por completo para la producción de shows en la Argentina», puntualizó el periodista.

Allí es donde entró en juego Peter Deantoni, histórico mánager y productor argentino, que organizó gran parte de los grandes conciertos de figuras internacionales en toda América Latina, a quien precisamente por recomendación del equipo de trabajo de Joe Cocker –que pocos años antes había actuado en Argentina-, contactó Bob Kiernan, jefe de producción de Sinatra, para que realice esa misma tarea en las jornadas de agosto y además oficie de traductor.

«Me llamó desde Sudáfrica y yo pensé que era un amigo mío que vivía en Nueva York y siempre me hacía jodas telefónicas. Nos reunimos a los días en el Sheraton, almorzamos y me propuso trabajar con él. De ahí fuimos al Luna Park para ver las instalaciones y le dijo a ‘Tito’ Lecture todo lo que necesitábamos», evocó a Télam Deantoni.

Entre las particularidades del montaje del show destacó el armado del escenario en el centro del Luna Park, como se disponía el ring en las veladas boxísticas, para lo cual hubo que construir unos andamios especiales para colgar la iluminación, según detalló.

«El sonido fue bastante simple más allá de lo que se pueda pensar, pero para las luces se tuvieron que juntar dos empresas, Quaranta y Fernández. También había que desmontar todo lo del Sheraton y llevarlo al Luna Park, porque los equipos eran los mismos. Sinatra pidió un piano en el camarín y hubo que desarmar uno para entrarlo y volver a armarlo. El camarín estaba todo empapelado en un símil terciopelo», enumeró Deantoni, al repasar las cuestiones que más trabajo requirieron.

El premio por su gran labor, además de algunos intransferibles momentos vividos junto a «La Voz», quien lo llamaba «compadre» por compartir orígenes piamonteses, fue una carta de recomendación del propio artista a la Embajada de Estados Unidos para que le concedan una visa de trabajo y residencia.

«Gracias a eso viví 15 años en Estados Unidos y organicé la bajada a Sudamérica de todas las grandes figuras internacionales. Las veces que nos vimos tuvo muy buena onda, fue muy amable conmigo, y cuando me entregó la carta y luego vi la visa me dije: `este tipo es muy grande de verdad´», remató Deantoni.

Diez días después de su arribo, Sinatra concluyó su visita plenamente satisfecho por el trato recibido y la reacción del público argentino, bajo la promesa de regresar que nunca pudo cumplir.

Pero, más importante que eso, es que nunca perdió de vista los esfuerzos del equipo de producción local para cumplir con todos los términos del contrato a pesar de las enormes dificultades, y supo valorarlo y agradecerlos de manera personal con en los años subsiguientes, con diversos gestos.