14 películas para sumergirte en el mundo de Empire Films, la mítica productora de serie B de los ochenta

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Cualquier aficionado al cine de género se estremece con una mezcla de placer y temor cuando se menciona el nombre de Charles Band. Es uno de los clásicos ineludibles del cine de bajo presupuesto norteamericano de los ochenta, un estajanovista del terror, la ciencia-ficción y la fantasía que ha producido títulos casi sin descanso, en los ochenta desde Empire Films y en los noventa y hasta hoy (zambulléndose incluso en las aguas del VOD) con Full Moon.

Charles Band fue tanteando diversos géneros, desde los musicales eróticos al slasher puro y duro, hasta que tropezó con un gran éxito a mediados de los ochenta, ‘Ghoulies’, que condicionó sus temáticas y estéticas hasta hoy. Muñecos de goma, mucho humor y colorido, sátira suave, coqueteo constante con el terror y la fantasía, y una curiosa tendencia a -salvo excepciones como ‘Re-Animator’-, mantenerse siempre en un curioso terreno accesible, directo y casi familiar, que junto a los mejores títulos, slogans y portadas de los ochenta, convirtieron las producciones Band en las reinas de los videoclubs de la época.

Hoy nos vamos a detener en su abundante producción durante la década de los ochenta (y unos cuantos años de los setenta) revisando 14 películas icónicas. Esta selección sobrevuela algunas de las películas más notables de entre todas las que escribió, produjo y dirigió Charles Band. Y recordad que si queréis más detalles, servidor ha escrito el libro ‘Empire. El cine de Charles Band Vol. 1’, en el que reviso una por una todas las películas de la compañía. ¡Vamos con el auténtico Imperio de los Sentidos!

El rayo destructor del planeta desconocido (Laserblast, 1978)

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Las primeras producciones de Band, a un ritmo febril y con presupuestos absolutamente ridículos, se hicieron bajo el sello Charles Band Productions e incluyeron cosas infernales pero divertidísimas, como ‘La mansión de los condenados’ (una ‘Ojos sin rostro’ sin los ojos), ‘Crash’ (una mezcla de ‘Carrie’ y ‘El diablo sobre ruedas’) o los divertidos musicales eróticos ‘La otra cenicienta’ y ‘Fairy Tales’, más sofisticados -y salvajes- de lo que podría pensarse en un primer momento.

Una de las mejores películas de este periodo es esta ‘El rayo destructor del planeta desconocido’ de tronchante título en castellano, una fantasía que intenta rebañar el éxito de la primera ‘Star Wars’ con un sosías de Mark Hammill como protagonista y un entorno desértico que recuerda levemente a Tatooine (pero en la Tierra). El punto de partida es adorable: un chaval se encuentra una pistola de rayos y se dedica a pegar tiros y reventar carteles -y gente- por su pueblo. Eso es todo. Interesantes efectos especiales, una simplicidad argumental que juega completamente en su favor, chistes malvados a costa de la película de Lucas y, especialmente, unos alienígenas extraordinarios animados en stop-motion por un futuro colaborador habitual de Band, el gran David Allen.

Trampa para turistas (Tourist Trap, 1979)

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A lo largo de su carrera, Band no ha producido demasiadas películas de horror puro. Esta no solo es una de esas rarezas, sino que además funciona como piedra fundacional del slasher moderno, cuando la explosión derivada de ‘La noche de Halloween’ y ‘Viernes 13’ aún no había llenado de campistas, máscaras y adolescentes trotones las pantallas de cine. Aquí el referente es más bien ‘La matanza de Texas’ y, curiosamente, los giallos de Dario Argento, de cuya atmósfera y tics visuales hereda algo este film de David Schmoeller.

Aunque el argumento no tiene nada de especial (un grupo de jóvenes tienen un accidente alejados de la civilización y son atormentados por una familia de rednecks con ramalazos a lo ‘Psicosis’), su atmósfera medio onírica y sus coqueteos con el fantástico -cuando el género aún no se había convertido en una sucesión de psyho-thrillers a la intemperie-, le dan un toque de distinción. El conjunto se redondea, además de por sus excelentes secuencias de terror altamente sádico, por la tremenda interpretación de Chuck Connors y por una extraodinaria banda sonora de Pino Donaggio.

Parásito (Parasite, 1982)

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Rodada en 3D, ‘Parásito’ es recordada hoy sobre todo por ser el debut en la gran pantalla de una jovencísima Demi Moore, pero la película, dirigida por el propio Band para Embassy, tiene otras muchas y numerosas virtudes. Parte de un material de auténtica verbena, una mezcla de ‘Alien’ y ‘Mad Max’ con parásitos que devoran a la gente por dentro y bandas que asolan un pueblucho en un entorno vagamente futurista. Pero la contundencia de sus secuencias de acción y terror (no muy sangrientas, pero sí bastante físicas y sucias) le han dado cierta categoría de culto.

El amo del calabozo (Ragewar, 1984)

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Una auténtica locura que algunos rumores sitúan como un proyecto que nació como una serie de televisión de episodios independientes entre sí y que, al ser abortada, se convirtió en esta mezcolanza de tonos, texturas y estilos muy distintos: una película de episodios (siete más el central, nada menos) donde un técnico informático se introduce en un mundo virtual para salvar a su amada del temible brujo Mestema.

Irregular por definición, pero notoria también por su naturaleza inclasificable (antes de que se pusieran de moda las películas episódicas de los ochenta, y ya enterrada la tendencia en los setenta, la influencia principal de ‘El amo del calabozo’ parecen ser más bien los juegos de rol tipo ‘D&D’), el gran valor de la película es servir como banco de pruebas de distintos creadores que luego dirigirán para Band. El batiburrillo, en cualquier caso, es altamente disfrutable, con efectos especiales constantes, marionetas, y un baile de géneros que va desde luchas mitológicas a lo Harryhausen hasta una películita de psicópatas con videoclip de WASP incluído.

Trancers (1984)

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Danny Bilson y Paul De Meo son dos de los creadores más destacados de la primera Empire, un par de guionistas conocedores de los resortes y los tópicos de los géneros populares que plasmaron en unas cuantas películas que están entre lo más recordado de la compañía. ‘Zone Troopers’ es «‘ET’ en la Segunda Guerra Mundial»; ‘Eliminators’ una aventura selvática con ninjas y androides; y ‘Arena, el ring de las galaxias’ un campeonato de boxeo galáctico entre especies alienígenas (y humanos). Fuera de Empire se estrellaron en taquilla con la maravillosa ‘Rocketeer’ y fueron los responsables de la primera y muy influyente serie de ‘Flash’.

Pero el mejor de todos sus guiones, que dirigió el propio Band, fue ‘Trancers’, una delirante pero muy equilibrada mezcla entre la parte de cine negro de ‘Blade Runner’, algunos elementos de ‘Terminator’ y mucha sorna y ligereza, aderezada con una estética deliciosa de tebeo de ciencia-ficción de los ochenta. Con un reparto entonadísimo encabezado por el habitual de la Empire Tim Thomerson y una primeriza Helen Hunt, es una aventurita desprejuiciada que cuenta cómo un policía del futuro, Jack Deth, persigue a través del tiempo hasta la actualidad a un supervillano del futuro capaz de someter a la gente bajo su voluntad. Tan divertida como suena.

Ghoulies (1984)

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El auténtico bombazo de taquilla de la Empire, que permitió incrementar la inversión en nuevas películas, llegó con este minimito del cine de horror para todos los públicos de los ochenta, una explosiva mezcla de satanismo juvenil, humor bobo y moñecos de goma que triunfó en los videoclubs en su día y desató una oleada de imitaciones como ‘Munchies’ o ‘Hobgoblins’, que la encontraban más fácil de copiar que a la inmensa ‘Gremlins’. Por cierto, que pese a las similitudes fonéticas, la película de Empire llevaba en proyecto antes de que se estrenara la de Joe Dante.

Aquí tenemos a un joven que cae en las redes de una oscura tradición familiar y juguetea con unos ritos prohibidos en una mansión heredada, lo que pondrá en peligro a él y a sus amigos. Los Ghoulies son unos demonios a su servicio que no tienen un papel relevante en la película, y funcionan casi un contrapunto cómico a sus desmanes. El conjunto, sin embargo, es divertidísimo y muy ligero, y el entrañable diseño de los bichos, en modo muppet, muy memorable. Un clásico menor, pero revisitable una y mil veces.

Re-Animator (1985)

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La mejor película de la Empire es casi un milagro: confluyeron talentos muy dispares que dieron pie a un film que une a partes iguales horror grotesco y humor enloquecido de tebeo… ¡y funciona perfectamente! Se dieron cita nombres como el coproductor Brian Yuzna (que acabaría a guantazos con Band y emprendería una carrera interesantísima como director), el director Stuart Gordon (el mejor autor que llegó a tener Empire en sus filas) y el compositor Richard Band -hermano del productor- rubricando una banda sonora-chiste a costa de la mítica ‘Psicosis’ de Bernard Herrmann.

Todo redondeado por un plantel de actores hoy convertidos en mitos del fantástico: el histérico Jeffrey Combs como Herbert West, que inventa un suero para reanimar cadáveres -sale mal-; la adorable Barbara Crampton; y el siniestro David Gale. Y por encima de todo, por supuesto, la entonces excéntrica idea de inspirarse en Lovecraft. El escritor apenas había tenido adaptaciones previas, pero ‘Re-Animator’ abrió la veda y puso de moda al autor de Providence. Una serie de elementos muy dispares, unificados todos en una película increíblemente atrevida, violenta y chillona, pero absolutamente clásica: un icono del terror satírico extremo.

TerrorVision (1986)

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‘TerrorVision’ ejemplifica como pocas el método de financiación de proyectos que tenía Band, que compartía con Cannon y otras muchas productoras de bajo presupuesto de la época: encargaba un cartel llamativo y pensaba un nombre tan indefinido como espectacular, le colgaba un slogan también vago pero prometedor, y un par de nombres en el reparto que luego podían estar disponibles o no. Acudía a mercados internacionales como el de Cannes y buscaba financiación para el proyecto, y cuando la conseguía encargaba a uno de sus guionistas habituales un proyecto a partir del cartel.

Todo eso lo tiene ‘TerrorVision’, incluídos titulazo, cartel (un ojo alienígena saliendo de una antena parabólica) y slogan («Gente de la Tierra: su planeta va a ser destruido. Perdonen las molestias»). Pero además, esta joyita de Ted Nicolau (otro habitual de Band) desborda un humor inteligente y salvaje, crítico con la burguesía USA de la época; tiene unos monstruos espectaculares, pura gloria excesiva de látex; y está rodado con más celo estético que la mayoría de las películas Empire, con una fotografía chillona de neones rosados que, paradójicamente, es ahora más moderna que nunca. Una maravilla a recuperar.

El ático (Crawlspace, 1986)

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Las cosas iban decididamente bien para Empire cuando Band decidió comprar los estudios Cinecittá en Italia y construir allí un edificio de apartamentos completo que usó para rodar cosas como la más bien mediana ‘Troll’ o esta ‘El ático’. Se trata de una interesante pieza sobre un ex-nazi instalado en Estados Unidos y que tiene a una chica secuestrada en una habitación secreta. Klaus Kinski se come la pantalla casi literalmente con una enloquecida encarnación del oficial nazi, famosa porque casi volvió loco al equipo, que conspiró para aniquilarle. La traumática experiencia dio pie a un corto de David Schmoeller, también director de la película, titulado ‘Please Kill Mr. Kinski’.

Re-Sonator (From Beyond, 1986)

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Durante años estuvo considerada como una variación de ‘Re-Animator’ (el título en castellano ayudaba a ello) que intentaba repetir el éxito con muchos de los elementos de aquella (Combs y Crampton en el reparto, Gordon de director, Band y Yuzna de productores, Lovecraft como base) sin conseguir replicar la alquimia exacta del clásico. Pero el paso del tiempo la ha puesto en su justo pedestal como una de las películas más singulares de la Empire, y una de las producciones de terror más inclasificables de los ochenta.

‘Re-Sonator’ adapta el cuento original de Lovecraft antes de sus títulos de crédito, y luego se embarca en una especie de secuela apócrifa en torno a una máquina, el Re-Sonator, que hace visibles a unas criaturas de otra dimensión… que también pueden vernos a nosotros. Mucho más seria que ‘Re-Animator’ pero igual de brutal, su gran hallazgo está en los efectos especiales, gozosos ejemplos de la corriente de la Nueva Carne que cultivarían con éxito Cronenberg y el propio Yuzna. Una pesadilla magistral y a reivindicar de inmediato.

Dolls (1987)

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La obsesión de Band con los muñecos asesinos (cuyos ejemplos más populares son las sagas ‘Puppetmaster’ -que acaba de estrenar nueva entrega- y ‘Demonic Toys’, entre otras) arranca en este punto. Un cuento de hadas perverso dirigido por Stuart Gordon antes de ‘Re-Sonator’, pero estrenada posteriormente debido a la larga postproducción que supusieron los maravillosos efectos stop-motion de David Allen.

Aquí, un grupo de desprevenidos visitantes se ven obligados a pasar la noche en casa de un siniestro juguetero y su esposa. Sus respectivos pecados se purgarán y los más puros de corazón serán salvados. En el trayecto, gente que se transforma en polichinela entre horribles dolores, muñecas con ojos humanos y un montón de truenos y relámpagos para una historia deliciosa y que gracias a su tono clásico y su moraleja de toda la vida se mantiene fresca y atemporal.

Presidio (Prison, 1987)

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En el tramo final de películas de la Empire, donde empezaron a abundar producciones de presupuesto ajustadísimo que se rodaban en apenas un fin de semana como ‘Superhuman’, ‘El concurso’ o ‘Arma mortal’, destacaron unos pocos títulos en los que se invirtió algo más de tiempo y mimo. ‘Presidio’ fue fruto de la cooperación de Band e Irwin Yablans, famoso por haber producido la primera ‘La noche de Halloween’ y el arranque de la franquicia. Aquí puso en pie un guion que llevaba un tiempo dando tumbos y dio su primera oportunidad en Estados Unidos al finés Renny Harlin, que en poco tiempo se convertiría en una interesante fuerza creativa, con películas como la cuarta ‘Pesadilla en Elm Street’ o ‘La jungla 2’

En esta ocasión, su vibrante forma de visualizar el horror, a medias videoclip de heavy metal y a medias cine de acción, potencia la historia de una cárcel abandonada a la que llegan un grupo de presos con el encargo de restaurar su función (entre ellos, Viggo Mortensen). Hasta que descubren que por allí deambula el espectro de un ejecutado en la silla eléctrica injustamente. Con estructura de slasher pero una gran creatividad y violencia en la visualización de los crímenes, Empire echó los restos en un estupendo trabajo de ambientación. Lástima que fuera tan cerca del fin…

Mujeres caníbales in the avocado jungle (Cannibal Women in the Avocado Jungle of Death, 1989)

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Empire no tuvo demasiada fortuna con sus incursiones en la comedia. Aunque las tiene aceptables como ‘Academia de princesas’ (un modesto ‘Desmadre a la americana’ protagonizado por ricas herederas internacionales) o ‘Dr. Alien’ (del siempre simpático David DeCoteau, responsable también para Empire del molón plagio de ‘Alien’ ‘Creepozoides’), sus apuestas por el género suelen ser muy flojas. De producciones familiares como ‘Movida en Wall Street’ a las atroces sátiras indie de Gorman Bechard, como ‘Amor asesino’ o ‘Galactic Gigolo’, las comedias puras de la Empire revisten muy poco interés -paradójicamente, viniendo de una compañía que siempre ha inyectado abundante humor en su cine fantástico-.

Una de las escasas excepciones es ‘Mujeres caníbales’ que, pese a su poco prometedor punto de partida, resulta altamente disfrutable gracias a un guión que no respeta nada y que incluso se permite reflexionar con mucha gracia y ligereza sobre la guerra de los sexos. Su responsable, el también director J.D. Athens, escribiría solo un año después nada menos que ‘Pretty Woman’: aquí cuenta cómo una profesora feminista universitaria y un explorador gañán (el ahora tristemente de moda Bill Maher) se internan en una jungla californiana en busca de una intelectual desaparecida. Con un rango de humor que va del estilo ‘Aterriza como puedas’ a la sátira política, ‘Mujeres caníbales’ es tan modesta como sugestiva.

Robot Jox (1989)

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La última película con el sello Empire llegó a los videoclubs cuando la compañía se había declarado en bancarrota, un banco se había quedado con las oficinas y los derechos de las películas, y Band ya había puesto en marcha Full Moon con la ayuda de Paramount. Las películas que quedaban por estrenar fueron revendidas a otras distribuidoras y siendo estrenadas a principios de los noventa. La mejor de todas ellas es esta cosita de robots gigantes dirigida por Stuart Gordon y cuyo argumento inspiraría el punto de partida de ‘Pacific Rim’.

En un futuro post-nuclear las diferencias entre los grandes bloques del mundo se dirimen con peleas de robots gigantes, que si quieres saber mi opinión, me parece una buena alternativa al holocausto. La tensión de la Guerra Fría, ya algo tardía, se plasma en todo su esplendor en esta divertida aventura con mechas politizados y que cuenta con el buen hacer de Gordon y unos excelentes efectos stop-motion, cómo no, de David Allen.