La Cámara de Diputados de la Nación sancionó el pasado miércoles el proyecto de “ley Justina”, que establece que todas las personas son donantes de órganos, salvo que hubieran expresado su voluntad contraria.
La ley está inspirada en el caso de Justina Lo Cane, la nena de 12 años que falleció el año pasado por no recibir un trasplante de corazón a tiempo.
En diálogo con Fm Comunicar, dos madres que decidieron donar los órganos de sus hijos en medio del dolor por la pérdida, hablaron sobre la importancia de esta modificación que marca un antes y un después en Argentina en torno a la donación de órganos.
En 2007, Mónica Bistoletti perdió a su hijo. Tomás Senderowicz tenía 18 años y a la salida de un evento bailable en Colonia Caroya fue atropellado por un auto. Horas más tarde falleció por las lesiones.
Mónica y su famila tenían conciencia sobre la importancia de donar órganos y no dudaron en tener ese acto de amor que permitió dar vida a otras personas.
El caso de Mariela Raggio fue similar; también perdió a su hijo en un siniestro vial. Franco Figueroa tenía 17 años cuando fue atropellado por un vehículo en la calle Pedro Patat, en marzo del año pasado.
Cuando su mamá recibió el parte médico que indicaba que el estado del joven era irreversible, de manera instantánea expresó que Franco era donante.
Hoy, Mónica y Mariela, tienen la paz de saber que los órganos de sus hijos fallecidos salvaron otras vidas.
«Es una forma mucho más expeditiva, tener esta posibilidad de decir todos somos donantes es un avance muy importante», expresó la mamá de «Tomi» en declaraciones a Fm Comunicar.
La mamá de Franco también celebró la aprobación de la ley Justina: «es lindo saber que de a poco se va concientizando sobre gran importancia que tiene la donación de órganos».