Dura menos de 6 horas y la tienes en HBO Max: Park Chan-Wook narra con elegancia una fastuosa miniserie de espías con Florence Pugh y Alexander Skarsgård

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Los thrillers de espionaje son algo muy complicado de manejar, especialmente cuando se tienen que mover en el terreno de la televisión. Incluso aquellos con mucho a su favor para triunfar, como los que adaptan a John Le Carré -el Rey Midas de la novela de espías-, tienen que romperse los cuernos para no perder al espectador en una trama enmarañada y confusa, a la que es fácil tender al tener que mantener misterios y engaños entre personajes para mantener la fachada de espionaje.

Por eso, los mejores trabajos que involucran espías no son los que tienen un argumento bien mascado y claro -si acaso, esos se pueden hacer demasiado lineales-. Son los que compensan a través de otras vías, como secuencias explosivas, atmósfera cuidada o finura narrativa que te tenga atrapado para no darte cuenta de que nada de lo que sucede tiene sentido. A veces, tienes la suerte de encontrar algo que junta todo eso, como ‘La chica del tambor‘, una fabulosa miniserie de Park Chan-Wook que podemos encontrar en HBO Max.

Actriz, profesión de riesgo

El director coreano coge una de las novelas más complejas e intrincadas de Le Carré, llevando a lo largo de ocho episodios -o seis, si te encuentras otra versión que modifica el montaje a menos entregas- las maquinaciones de una operación de el Mossad tras la masacre de Munich, uno de los actos de terrorismo palestino más destacados. Su plan involucra a una actriz (Florence Pugh) que es introducida en este peligroso mundo para atrapar a un cabecilla de estos terroristas.

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No tiene mucha elección al respecto. Antes de darse cuenta debe tirar de oficio de actriz para simular ser la esposa del agente Becker (Alexander Skarsgård), cuya relación empezará a ir difuminando sus barreras profesionales. Uno de los principales atractivos de esta miniserie es cómo coquetea con la incertidumbre y muestra que las barreras -morales, políticas, personales- se vuelven realmente difusas. ¿Es el personaje de Pugh una actriz en una situación poco apetecible? ¿Es una espía de verdad? ¿Una terrorista? ¿Quizá todas a la vez?

El director coreano muestra más interés en esas ambigüedades que en los tejemanejes del misterio y las operaciones, por lo que el que acuda a ‘La chica del tambor’ intentando seguir la coherencia del argumento y de las operaciones de espionaje se puede ver perdido. Pero no necesita de eso para ser una serie impecablemente contada, que trace interesantes paralelismos entre el arte y la actuación con los engaños de humo y espejos de las agencias de inteligencia.

‘La chica del tambor’: elegante intriga

Park Chan-Wook, un impecable esteta que ha mostrado su maestría en la denominada trilogía de la venganza -‘Sympathy for Mr. Vengeance‘, ‘Oldboy‘ y ‘Sympathy for Lady Vengeance‘- y en otras joyas como ‘La doncella‘, y aquí da otro recital visual y narrativo. Su marca se nota en los detallistas planos, o los interesantes giros que propone para crear tensión que la diferencian de otros trabajos del género.

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Junto a su director de fotografía Kim Woo-hyung crea una producción fastuosa, que cuenta con suma elegancia y cuidados detalles, así como singulares herramientas audiovisuales, y te logra mantener completamente intrigado. Poco importa si no tienes claro ciertos aspectos sobre lo que está sucediendo, porque la atmósfera se siente opresiva y debidamente paranoica.

Ayudan los impresionantes valores de producción, tan impresionantes y debidamente escogidos, para hacer un trabajo absolutamente hermoso. Las actuaciones de Pugh y Skarsgård son también excelentes, haciendo florecer los conflictos y las ambigüedades de sus personajes sin que repelan, todo lo contrario. Todo esto configura un impresionante viaje por las entrañas del espionaje internacional que se vuelve una de las mejores traslaciones de la obra de Le Carré al audiovisual, junto con ‘El topo‘ y ‘El infiltrado‘, y el mejor de los trabajos de Park fuera de Corea del Sur.