El
sector
espacial
chino
está
creciendo
a
pasos
agigantados,
pero
al
mismo
tiempo
está
dejando
un
controvertido
historial
por
el
camino.
A
lo
largo
de
los
años
hemos
visto
a
propulsores
con
combustible
tóxico
caer
cerca
de
zonas
pobladas
o
cohetes
atravesando
la
atmósfera
de
forma
descontrolada,
actividad
que
ha
derivado
en
críticas
por
parte
de
la
NASA
y
otras
agencias.
Ahora,
el
Comando
Espacial
de
Estados
Unidos
detectó
que
la
etapa
superior
de
un
Long
March
6A
se
desintegró
tras
cumplir
su
misión.
El
cohete,
que
lanzó
los
primeros
18
satélites
de
una
red
que
se
posiciona
como
rival
de
Starlink,
ha
generado
más
de
300
fragmentos
rastreables
en
la
órbita
terrestre
baja,
es
decir,
una
nube
de
escombros
que
se
suma
a
la
basura
espacial
existente.
Más
desechos
espaciales
para
la
órbita
En
paralelo,
Slingshot
Aerospace
pudo
localizar
con
su
Red
Global
de
Sensores
alrededor
de
50
piezas
relacionadas
a
los
restos
del
cohete
chino.
La
firma
advirtió
que,
si
incluso
una
fracción
de
los
lanzamientos
necesarios
para
montar
la
megaconstelación
planificada
por
china
genera
tantos
escombros,
el
resultado
sería
una
adición
notable
a
la
población
de
desechos
espaciales.
Los
planes
de
Shanghai
Spacecom
Satellite
Technology
es
completar
su
constelación
con
1.296
satélites,
aunque
no
se
descarta
una
expansión
a
15.000
para
2030.
En
cualquier
caso,
todo
parece
indicar
que
los
lanzamientos
desde
China
se
acelerarán
notablemente,
y
lo
harán
en
medio
de
una
regulación
que
de
momento
es
laxa
en
comparación
con
la
estadounidense
o
la
europea.
Esta
no
es
la
primera
vez
que
un
cohete
Long
March
6A
lanzado
por
primera
vez
en
2022
da
problemas.
Slingshot
Aerospace
menciona
que
la
etapa
superior
de
este
sistema
de
lanzamiento
se
desintegró
el
12
de
noviembre
de
2022,
poco
después
de
desplegar
el
satélite
meteorológico
Yunhai-3.
Aquel
evento,
según
datos
de
la
NASA,
generó
al
menos
533
piezas
de
escombros
rastreables.
Muchos
de
los
actores
que
forman
parte
de
la
industria
espacial
están
trabajando
para
evitar
que
parte
de
sus
cohetes
queden
posiblemente
por
décadas
dando
vueltas
sobre
nuestras
cabezas
y
generando
un
riesgo
para
los
satélites
o
los
laboratorios
orbitales
que
puedan
coincidir
en
su
trayectoria.
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