El invierno empieza oficialmente cuando aparece la primera taza con renos en la cocina. Y este año, las de Tiger se han vuelto a convertir en un pequeño objeto de deseo. No por su rareza, sino por esa mezcla entre humor cotidiano y espíritu navideño que consigue hacer más llevadero el frío. La empresa confía en que estos pequeños detalles nos cambien la rutina.
Entre los estantes de la tienda, la colección parece un catálogo de felicidad doméstica: pingüinos, casitas nevadas, bastones de caramelo, muñecos de jengibre o copos de nieve. Tazas que no buscan ser sofisticadas, sino reconfortantes y celebrativas. Es tan simple como un diseño amable para empezar el día con una sonrisa.

Las hay grandes y redondeadas, pensadas para las manos frías de las primeras horas del día, y otras más pequeñas, perfectas para un espresso rápido antes de salir. Algunas incluso pueden colorearse a mano, una idea que convierte el desayuno en una especie de terapia creativa. Rutina pausada y algo de imaginación.
Inspiración nórdica
Tiger ha convertido su universo navideño en un clásico del diseño asequible a todos. Las tazas mantienen ese aire escandinavo de colores suaves, caras simpáticas y dibujos que parecen salidos de una postal o película de estas fechas. No hay estridencias ni mensajes forzados, solo formas sencillas que invitan al calor del hogar.
El amigo invisible perfecto
En tiempos de consumo consciente, este tipo de piezas ganan terreno frente a los grandes regalos. Una taza es una declaración de intenciones: práctica, barata y emocional. Lo justo para regalar sin caer en el exceso (de gastar demasidado o agasajar de más). Es un pequeño gesto con efecto inmediato para la persona homenajeada.

De la mesa al sofá
Más allá del café o el té, las tazas se han convertido en parte del paisaje doméstico a estas alturas del año, aunque se acumulen al fondo del armario junto a las de años anteriores.
Es también un accesorio que se pasea del escritorio al sofá, del cacao al capuchino. En invierno, casi todos tienen una favorita. Y Tiger lo sabe: cada año amplía su colección para que nadie se quede sin su ritual caliente personal.

Una estética reconocible
La marca danesa ha conseguido que incluso una taza de cerámica sea fácilmente identificable. Su fórmula combina felicidad hogareña, color y un punto de ingenuidad. En el fondo, lo que vende no es una taza, sino un estado de ánimo.
La nueva colección de Tiger no promete milagros, pero sí una cierta sensación de hogar para cuando más queremos que nos abrace con su confort, esa que empieza cuando el vapor del café empaña el cristal. Para tener y regalar.
Ciertamente, representan lo que muchos buscan en estas fechas: algo bonito, útil y sin pretensiones y barato, con ejemplares a partir de 5 euros. Una invitación a disfrutar de los pequeños placeres del invierno. Navidad cotidiana servida en cerámica.
Fotos | Tiger
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