Los genes representan aproximadamente el 80% del riesgo de un niño de desarrollar autismo, de acuerdo con un nuevo estudio

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Desde hace algunas décadas, se han venido investigando los posibles factores que son responsables del Trastorno del Espectro Autista (TEA), un grupo de trastornos neurológicos que, de acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a uno de cada 160 niños.

Aunque se ha encontrado que hay varios factores que pueden ocasionarlo, de acuerdo con un nuevo gran estudio realizado en cinco países, las causas genéticas representan aproximadamente el 80% del riesgo de un niño de desarrollar autismo.

Durante años se han discutido los posibles motivos que ocasionan la aparición de este trastorno en bebés y niños, e incluso se ha acusado falsamente a las vacunas como las responsables (algo que ya se ha desmentido en diversas ocasiones). Se pensaba que éste trastorno podía deberse a factores genéticos y/o ambientales, pero no se sabía con claridad qué tanto influía realmente cada uno de ellos.

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Ahora, este nuevo estudio, que fue realizado analizando a más de dos millones de personas en cinco países (Dinamarca, Finlandia, Suecia, Israel y Australia), encontró que el 80% del riesgo de una persona de desarrollar autismo, proviene de factores genéticos hereditarios y no de influencias «ambientales», lo que significa algo más que cambios en el ADN de un gen.

Publicado en la revista JAMA Psychiatry, el estudio utilizó modelos para analizar la información de más de dos millones de habitantes de los cinco países mencionados, dentro de los cuales más de 22.000 habían sido diagnosticados con autismo.

Revisando los resultados entre miembros de una misma familia y comparándolos con factores externos como los entornos compartidos y sus conexiones genéticas específicas, se llegó a la conclusión de que los genes heredados representaban cerca del 80% del riesgo de autismo en los niños con este trastorno.

De acuerdo con los investigadores, en todas las muestras que analizaron, encontraron que los factores genético eran lo más importante, algo que ya había sido descubierto en estudios anteriores, pero que nunca se había realizado una investigación de esta magnitud, por lo cual, este estudio termina por confirmarlo.

Ahora que se sabe con certeza que las causas genéticas son el factor más importante, lo siguiente es tratar de determinar cuáles genes específicos son los que contribuyen y de qué forma específica lo hacen:

«Aún hay mucho trabajo por hacer«, comenta Sven Sandin, uno de los autores del estudio para HuffPost. «Aún no sabemos qué genes específicos contribuyen al riesgo. Además, existen numerosos factores ambientales potenciales que podrían estar relacionados con el TEA ya sea directamente o actuando junto con los genes. Hasta ahora, solo hemos revisado la superficie«.

También, es importante considerar el otro 20% que aún se desconoce, ya que esta podría ser la parte «modificable» que definiría si un niño desarrollará autismo y podría ayudar a evitarlo, a pesar de que esté presente el riesgo en los genes de los padres.

De momento, los investigadores se encuentran analizando diversos estudios que están revisando el posible papel que tienen otras posibles causas, desde la alimentación de los padres hasta las infecciones durante el embarazo. De momento, no existe algo que pueda determinar que el hecho de evitarlos disminuya el riesgo de que un niño presente autismo.

Los investigadores también comentan que los medios de comunicación se han enfocado de manera desproporcionada en esos factores ambientales, justamente por el hecho de ser «modificables», como lo es el caso de las vacunas, que debido a la falsa relación que alguna vez se dio entre ellas y el autismo, ahora han vuelto enfermedades que ya estaban controladas, como el sarampión.

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Ahora, los resultados de este estudio no indican que si hay casos de autismo en la familia, necesariamente tu hijo lo tendrá, pero sirve para que los padres estén conscientes del historial familiar y puedan estar más al pendiente de los primeros síntomas de autismo, pues investigaciones han mostrado que cuanto antes se diagnostique y sea tratado, podrán mejorarse las habilidades físicas, emocionales y comunicativas de los niños.

Foto | iStock
Vía | Huffpost

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