Qué es la interpolación y por qué cineastas como Nolan quieren que los fabricantes de televisores la maten

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¿Tu flamante televisor de última generación hace que las películas se vean con un exceso de nitidez antinatural, con diversas aberraciones, una fluidez en el movimiento propia de un videojuego y con el aspecto de una producción televisiva de la BBC de los años 70? ¿Una escena fotografiada por Roger Deakins se convierte en el equivalente a la restauración del Ecce Homo de Borja cuando la comparas con el original? Entonces, sintiéndolo mucho, estás siendo víctima de la interpolación.

Desde la llegada de las nuevas tecnologías al mercado de los televisores, cada vez más sofisticados y, a su vez, menos eficaces a la hora de representar la obra de realizadores y directores de fotografía tal como se concibió originalmente, se ha hablado mucho del smooth motion effect o el soap opera effect, pero ¿qué es exactamente esa interpolación causante de, para muchos, indeseables alteraciones en la imagen?

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Ahorrándonos el entrar en los pantanosos terrenos de las frecuencias de muestreo, los algoritmos y los pormenores del funcionamiento de los televisores LCD, podríamos concluir que susodicha interpolación es un mecanismo mediante el cual los dispositivos simulan una tasa de 48fps calculando y creando los posibles frames que irían ubicados entre dos fotogramas reales en una reproducción a 24fps.

Este sistema y las graves alteraciones que provoca en la imagen original vuelve a estar de nuevo en el candelero, ya no sólo porque en Antena 3 decidieron emitir —por error, esperemos— sus películas hace unas semanas con la infame interpolación; sino porque la Director’s Guild of America ha dado un paso más para intentar combatir este mal endémico, llamando la atención de los fabricantes de televisores.

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Mediante la siguiente misiva, que podéis leer a continuación y que va acompañada de una encuesta, el sindicato de directores norteamericanos se dirige a sus afiliados y recoge el testigo de anteriores voces como la de Rian Johnson o la realizadora y directora de fotografía de Reed Morano, que ya organizó una campaña en Change.org al respecto hace cuatro años.

«Queridos compañeros directores.

Muchos de vosotros habéis visto vuestro trabajo aparecer en las pantallas de televisión con un aspecto diferente al que tenía cuando lo finalizasteis. Las televisiones modernas tienen capacidades técnicas extraordinarias, y es importante que aprovechemos esas tecnologías para asegurarnos de que los espectadores vean en sus casas nuestro trabajo presentado del modo más próximo posible a nuestras intenciones creativas originales. Llegados a este punto, Christopher Nolan y Paul Thomas Anderson han contactado, a través del estudio UHD Alliance, con los fabricantes de televisión. Iniciando un diálogo con los propios fabricantes esperamos dar a los directores voz en lo que respecta a cómo los estándares técnicos de nuestro trabajo pueden mantenerse en los hogares. La breve encuesta de este email es el primer paso para demostrar a los fabricantes lo mucho que nos preocupa la presentación de nuestro trabajo, y para ofrecer algunas indicaciones sobre las mayores causas comunes de nuestras preocupaciones.

Gracias por vuestro tiempo para completar y enviarnos la encuesta, creemos que hay una posibilidad real de intentar mejorar la situación.

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Como apuntamos, esta carta, firmada por el propio Christopher Nolan y por Jonathan Mostow —’Terminator 3: La rebelión de las máquinas—, co-presidentes del Comité de Derechos Creativos de la DGA, ha llegado a sus destinatarios acompañada de una encuesta a la que ha tenido acceso /Film, y que pretende servir como un estudio para dar pistas a los fabricantes a la hora de incluir en sus televisores un «modo de referencia» para reproducir con la mayor fidelidad posible la visión de los realizadores.

El cuestionario, en el que hay preguntas sobre temas como la importancia de mermar los efectos de la interpolación, el tratamiento del framerate o el HDR, llega meses después de que Netflix se aliase con Sony para crear un calibrado especial que ofrezca a los consumidores la opción de poder disfrutar de las películas y series de la plataforma del modo en que sus creadores las concibieron.

En lo que a mi respecta, no hay duda alguna y me veo obligado a entonar un NO rotundo a la interpolación. Y es que, más allá de lo aberrante de su aplicación en términos visuales, el dichoso motion smoothing —que cuenta con sus defensores y que, todo sea dicho, resulta interesante para la emisión de eventos deportivos— esconde tras sus efectos una clara cuestión ética: ¿quiénes son los fabricantes de televisores para modificar la obra de un cineasta a su voluntad?