El gran carnaval: así ha contado el cine cómo tragedias humanas acaban convertidas en circos mediáticos

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El mundo está en vela desde que el pasado domingo 13 de enero, un niño de dos años se precipitase por un estrecho pozo de cien metros de profundidad. Los medios se pelean por tener la exclusiva y la última hora, las redes sociales se dividen entre solidarios y demagogos mientras nadie quiere perder la ocasión de sentirse partícipe. Todo lo que está pasando ya lo vio venir Billy Wilder hace casi setenta años. Que el niño continúe con vida no parece ser lo importante.

Un as en la manga

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Wilder venía de destrozar el boulevard de los sueños de Hollywood con la magistral ‘El crepúsculo de los dioses‘ cuando decidió que tampoco estaría de más dar un toque de atención al periodismo. Y hace prácticamente setenta años se sacó de la manga ‘El gran carnaval‘, brutal y crudo anticipo de lo que estaba por venir. Y, por desgracia, no estamos hablando únicamente de ficción.

Con su visión pesimista del poder mediático, manipulador y cruel, y de la pasión del gran público, que degusta la tragedia ajena como hacían los espectadores de los teatros de los días los gladiadores, el director de ‘Perdición‘ dio el pistoletazo de salida al sensacionalismo mucho antes de su llegada. Crítica mordaz con más capas que las de la montaña donde permanece enterrado vivo un pobre iluso, ‘El gran carnaval’ es un ejemplo perfecto de cine mayúsculo y mordaz que no duda en poner el grito en el cielo a través de un guión de hierro y una puesta en escena exquisita.

Por si no fuera suficiente con la terrible radiografía del que ya es, desde hace tiempo, el estilo dominante en los medios, Wilder reserva un puñado de líneas de oro al personaje de Kirk Douglas, un manipulador sin escrúpulos que no duda en sacar pecho cuando afirma que no hace falta estudiar periodismo para contar una buena historia: es suficiente con haber trabajado en un quiosco. El problema es que no hay que contar una buena historia: hay que contar una historia. Pero claro, las malas noticias venden más y las buenas noticias, en fin, no son noticias. Genio.

Pan y circo

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Desde la peli de Wilder no han sido pocas las películas que han puesto el dedo en la llaga, como ‘Network, un mundo implacable’, en el año 1976, un auténtico referente en el género. ‘Todo por un sueño’ o ‘Mad City’, de dos directores tan personales como Gus Van Sant o Costa-Gavras nos recordaron durante la segunda mitad de los 90 que los medios seguían teniendo el poder de cambiar el sentido de los acontecimientos y de las vidas de la gente.

A principios de la primera década de los 2000, Larry Cohen coló un guión en un gran estudio y Joel Schumacher nos regaló la más que notable ‘Última llamada‘, un thriller de primera de aires mucho más sucios y con una fuerte carga de medios detrás de la noticia. Lo mejor de todo es que fue el título que puso a Colin Farrell en el punto de mira de la industria y no solo en el de francotiradores con sed de justicia urbana.

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Un año antes, Robert De Niro se subía al carro del thriller mass media con la algo más irregular ’15 minutos’, una pieza mucho más genérica que a pesar de su atropellado ritmo y una narrativa algo más torpe conseguía entretener al respetable.

Aquí hay tomate

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Álex de la Iglesia no perdió la oportunidad de dar su punto de vista respecto al tema mediático con una suerte de remake de la película de Billy Wilder escrito por el guionista de ‘Tango & Cash’: ‘La chispa de la vida‘. Hija de las innumerables crisis nacionales y, por tanto, aún vigente, la película llevaba el pan y el circo a la gran pantalla de manera literal con la historia del parado accidentado en un teatro romano. Entre denuncia y denuncia, cameos y tópicos, la historia quedaba demasiado forzada y terminaba por perderse en un tercer acto algo difícil de creer, pero se agradece el esfuerzo de Jose Mota en una notable interpretación protagonista.

Circo-Mediatico-Cine-Chispa

Circo-Mediatico-Cine-Chispa

Los dos últimos grandes ejemplos del circo mediático y el poder del sensacionalismo son dos obras de autor que llegaron en 2014: la potente ‘Nightcrawler‘, de Dan Gilroy, y la deliciosa y perversa adaptación de la novela de Gillian Flynn, ‘Perdida‘, otro vehículo para el lucimiento de David Fincher.

La primera es un poderoso thriller en clave de comedia negra, trepidante y sobrado de estilo sobre, entre otras cosas, la dura vida freelance, además de un potente anticipo de la nulidad de los medios de noticias. El otro día os hablábamos de la cancelación de los noticiarios de una de nuestras cadenas, y es posible que una de las razones sea la poca credibilidad de un mundo de actualidad donde manda el que primero llegue. Sea quien sea. ‘Nightcrawler‘ es todo eso y más. Es L.A. noche, es Kolchak, es una de vampiros y es una radiografía en carne viva de algo que apunta Fincher con algo más de mano izquierda y benevolencia, aunque se camufle con su propio cinismo de telefilm de lujo en su trabajo, a priori, más sencillo y menos arriesgado.

Buenas noches y buena suerte

Mientras seguimos esperando la resolución de la búsqueda del pequeño, no son pocos los medios que se han subido al carro, ya sea para mostrar el apoyo de los vecinos y de un país en vilo, o para adelantarse a los acontecimientos y encontrar una mala exclusiva que te deje en evidencia, como ha pasado con uno de los medios nacionales que se atrevió a dar por encontrado el cuerpo del niño.

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Ahora los profesionales hacen su trabajo contrarreloj y con la mayor presión que nunca han tenido, tal y cómo lo aseguraba Santiago Suárez García, jefe de la Brigada de Salvamento Minero de Asturias enviada al rescate, las operaciones de rescate pueden seguirse tanto desplazándose al lugar de los hechos como a golpe de click en Youtube.

Hace unos días hablábamos del próximo estreno del documental sobre Lorena Bobbitt, un suceso que se convirtió en un evento y sentó las bases para los canales de noticias 24 horas y el aumento de la cobertura sensacionalista de los medios. Mientras criticamos aquella actuación seguimos televisando y debatiendo en horarios de máxima audiencia qué está bien y qué no o está en la situación actual. Vamos, que no hemos aprendido nada.