Cómo hemos cambiado: 11 famosas películas de terror que odié en su día y ahora me encantan

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No deberíamos olvidar que uno de los conceptos clave de Todos los Santos (íntimamente ligado a Halloween, aunque sea por mera conexión temporal) es la resurrección de la carne. Aparte de la clara importancia de esa idea para el cine de terror en general y el subgénero zombi en particular, también podemos entenderlo de otro modo: como un punto de giro, como un cambio de tercio, como un momento en el que claramente distinguimos entre el antes y el después.

Es decir, que es buen momento (tan bueno como cualquier otro, en realidad) para reflexionar sobre esas películas acerca de las que nuestra opinión ha cambiado radicalmente. Y como vamos de Halloween, que sean de terror. Así pues, y dejando claro que esta selección es personalísima e intrasferible como no podía ser de otro modo, allá va un pequeño listado de películas que odié en su momento y acerca de las que he cambiado de parecer con el paso del tiempo. Disclaimer: hay abundancia de detalles autobiográficos que nadie ha pedido.

Drácula (1931)

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En mis tiempos de furioso completista del cine de terror de la Universal, donde rastreaba absolutamente todas las piezas del gótico blanquinegro que la compañía produjo en la primera mitad del siglo XX, no podía entender cómo la película protagonizada por Bela Lugosi podía haber alcanzado la categoría de clásico total. Las razones son las obvias, y no han cambiado: rígida, artificiosa, traicionera a la fuente literaria… casi puede decirse que el carisma -no del todo voluntario- de Lugosi es su único punto a favor.

La guerrillera postura se iría matizando con los años, especialmente después de leer obras como ‘Hollywood gótico’ de David J. Skal, donde se contextualiza toda la historia de las primeras adaptaciones de la obra de Bram Stoker. Sigue pareciéndome una obra inferior a las producidas por James Whale para la Universal, o incluso a otras películas de vampiros de la compañía como ‘La marca del vampiro’, por no hablar del resto de la filmografía de Tod Browning. Pero la mitología que rodea a su creación y su innegable influencia a nivel icónico han acabado matizando muy mucho mi primera postura.

Los crímenes del museo de cera (House of Wax, 1953)

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Después de la explosión de horror gótico de los años treinta, me costó encontrarle la cosa al cine de terror estadounidense de los cincuenta y primeros sesenta, previo al zambombazo que lo cambiaría todo, ‘La noche de los muertos vivientes’. Películas como ‘Los crímenes del museo de cera’ me parecían muy estiradas, poco expresivas, carentes del melodrama desbordado de las que les antecedieron y del exceso de violencia y filosofía de choque frontal de las que les sucedieron.

Sin embargo, el tiempo me enseñó a hurgar en su entrelineado folletinesco, que en estos films tiene más de drama romántico de época que de auténtica película de horror. Fueron las adaptaciones de Roger Corman de Edgar Allan Poe (que estas sí, siempre me han cautivado) las que me mostraron que la pasión amorosa escondía deseos oscuros e incalificables. En las producciones de Corman y las desatadas interpretaciones de Vincent Price está todo bien a la vista, pero en películas como ‘Los crímenes…’ hay que estar más atento. Pero ahí está: perversión y pasiones oscuras en un envoltorio inofensivo.

Poltergeist (1982)

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Es fácil desdeñar ‘Poltergeist’ por funcionar, sencillamente, como un espectáculo de lucecitas netamente ochentero. La escasa visceralidad de sus imágenes no se puede comparar con la de otros productos de género de la época, incluso dentro del mainstream. El fallo, posiblemente, venga de categorizarla como una película de terror, y no como una fantasía infantil oscura, una que se zambulle en los miedos de los niños y los retrata como pocas.

Sin embargo, con un nivel icónico perturbadoramente actual, a ‘Poltergeist’ le ha sentado estupendamente el paso del tiempo, hasta tal punto que el reciente y olvidable remake no hizo la menor mella en su mito. Desdeñada en su día por lo «blando» de sus imágenes, más adelante por su fama de película maldita, recientemente por las contradictoras declaraciones que adjudicaban su autoría a Steven Spielberg, vista sin todos estos condicionantes sigue asombrando por su poderío simbólico y lo esencial de los miedos que retrata.

Inseparables (Dead Ringers, 1988)

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Andaba yo peinando a principios de los noventa la filmografía de Cronenberg, que descubrí yendo al cine tras ver la secuela de su mejor película, ‘La mosca II’, recuperando posteriormente la entrega de Cronenberg y quedando comprensiblemente traumatizado. Después de toda la etapa inicial del cine del director canadiense, el choque con ‘Inseparables’ sería complicado de gestionar: toda la enfermiza obsesión por la muerte y la enfermedad de sus películas anteriores estaba ahí, pero camuflado de psicodrama, no de monster movie. Las sutilidades de su retrato sobre lo miserable e inconveniente de las relaciones humanas se me pasarían por alto en su mayor parte.

No pasarían demasiados años, eso sí, hasta que la recuperara y quedara maravillado con su complicado juego de espejos, su exquisitez visual y su retrato obsesivo de lo filial. Hoy marca con claridad el paso del Cronenberg apóstol de la Nueva Carne a un Cronenberg igual de terrible en su fondo pero algo más sutil en la imaginería (tampoco mucho: hablamos de ginecólogos con instrumental para mujeres mutantes). Y los ritos de madurez no siempre han sido sencillos de asimilar con el primer sorbo.

Razas de noche (Night Breed, 1990)

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Cuando se estrenó ‘Razas de noche’ yo ya era fan de Clive Barker: había devorado sus ‘Libros sangrientos’ y ‘Hellraiser’ era una de mis películas favoritas (vamos, como ahora). Por desgracia, no lo conocía lo suficientemente bien como para saber que la fantasía oscura forma parte indisociable de su universo, igual que el horror cárnico o los infiernos como cuartos oscuros de suburbio británico.

Lo cierto es que vista hoy, ‘Razas de noche’ sigue sin ser tan perfecta como ‘Hellraiser’ (nada lo es, si nos ponemos especiales), pero viendo en lo que ha derivado el cine de género, es sencillo reivindicarla hoy como una joyita imperfecta, ajena a modas y corrientes, fascinante en lo visual por su teatralidad y falta de complejos, y altamente barkeriana. Su Cronenberg psicópata, además, sigue siendo tan deliciosamente perverso como entonces.

It (1990)

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No exactamente una película, pero nos entendemos: esta serie limitada fue relativamente fiel a la letra de la que durante muchos años se consideró la obra mayor de Stephen King, y cuyo recuerdo se ha revalorizado o destruido, según a quién preguntes, a causa de la nueva versión de 2017. En cualquier caso, ambas visiones de la novela son bien distintas y en su día la factura televisiva de ésta provocó que solo me interesara de ella la increíble interpretación de Tim Curry como Pennywise.

Quizás ha sido la nueva versión, estupenda pero desde luego tampoco absolutamente redonda, la que me ha hecho recuperar la miniserie y replantearme muchas de sus propuestas. La encarnación de Curry sigue siendo soberbia (que parezca un tío disfrazado y no un monstruo ultraterreno le da una capa de sordidez extra), y el hecho de que juegue menos al susto repentino y más al diálogo sarnoso hace que su Pennywise sea superior al de Bill Skarsgård. También la secuencia de Bev en el baño se ve beneficiada por la sencillez de su ejecución. Es decir, que la nueva versión y su ostentosa demostración de músculo visual (con esos niños literalmente flotando) me ha hecho reevaluar la adaptación original, menos llamativa pero más atenta a los ecos siniestros del libro.

El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, 1991)

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Por supuesto que odié en su día ‘El silencio de los corderos’. Ahora resultaba que a principios de los noventa todo el mundo era fan del terror de toda la vida (como ahora, vamos, solo que en 2018 ya no estoy para chorradas) y llevaban viendo películas de psicópatas caníbales desde el principio de los tiempos. ¡Vamos, anda! Por supuesto, solo hubo que dejarla en barbecho una temporadita para que se revalorizase en mi top personal.

Aunque hoy la sigo teniendo por debajo de la increíble ‘Manhunter’, Anthony Hopkins ya no me crispa tanto como antaño. La dirección de Jonathan Demme, aparentemente gris, funciona en realidad a un nivel sutilísimo que se me escapó en los primeros visionados, sobre todo en el retrato de Clarice Sterling y su relación con Lecter. La planificación de sus encuentros con barrotes de por medio dan forma, con toda justicia, a un auténtico clásico del género.

Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992)

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Un caso único de que lo que me repelió entonces me fascina ahora: la teatralidad, el romanticismo fuera de sí, las interpretaciones casi en trance, como salidas de un delirio febril, los efectos especiales militantemente artesanales, el erotismo de sueño húmedo de señor mayor, la desafiante traición a la novela original (empezando por el recochineo del título)… todo conforma una gamberrada solemne y pagada de sí misma que he llegado a admirar con el tiempo, porque como Coppola, solo quiero ver el mundo arder.

Como le sucede a tantas adaptaciones de Drácula, casi todos los cartuchos se gastan en la visita inicial de Harker al castillo, pero el festival de despropósitos visuales y conceptuales que le siguen son perfectos para dar pie a un castillo de fuegos artificiales único y excesivo. El resultado sigue siendo tan estrafalario como en su día, pero hoy es mucho más sencillo estar completamente a favor de su atrevimiento casi adolescente.

Scream (1996)

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De acuerdo: ahora tampoco se puede decir que sea una de mis películas favoritas, pero la ojeriza que le tuve durante años solo es explicable a causa del furor juvenil de llevar la contraria a un grandísimo éxito de taquilla. Sigo pensando que ‘Scream’ no es ni remotamente tan inteligente como ella misma cree, y que todas sus reflexiones sobre el slasher ya se habían hecho con anterioridad, por activa o por pasiva.

Pero paradójicamente, como sí me interesa ‘Scream’ es como slasher puro. Metarreferencias aparte, el pulso de Wes Craven como autor de genuinas películas de terror se deja notar, y en ese sentido funciona perfectamente, sobretodo si la comparamos con los no-metaficcionales copycats que le sucedieron, de ‘Sé lo que hicisteis el último verano’ a ‘Leyenda urbana’. Al final no ha pasado a la historia como una revolución en la forma de contar historias de miedo, pero como slasher resultón, lo cierto es que lo peor estaba por llegar.

American Psycho (2000)

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Me reventó su humor estridente, la horterez de su estética, la interpretación de Christian Bale, el final desnortado. Es decir, que me gustó, pero no me di cuenta. Posiblemente venía influido por el ser perfectamente consciente de que el soberbio libro de Bret Easton Ellis era inadaptable, y que sería complicado traducir la verborrea multirreferencial del psicópata Patrick Bateman a imágenes.

La solución de Mary Harron, y solo me di cuenta más tarde, cuando la película había dejado un poso considerable en mi memoria, fue la de convertir esa retahíla de referencias pop de la novela en una sátira del mundo yuppie. Es decir, transformó la enunciación del eco del consumismo en una caricatura anticapitalista. Lo dicho: hay que digerirlo, pero una vez se consigue, es inevitable considerar la película como un referente claro.

Halloween II (2009)

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Zombie, un director del que me gustan hasta los andares (lo que incluye su última y discutidísima ’31’), me decepcionó levemente con la continuación de su excelente ‘Halloween’, ya que se distanciaba abiertamente del canon para proponer, bueno, una película de Rob Zombie. Una que no me pareció especialmente destacable. La puse en barbecho hasta que recientemente, revisé todas las películas de ‘Halloween’ para este artículo.

Había olvidado el atrevimiento de arrancar con esa brutal media hora de inicio, que se puede plantear como homenaje a la ‘Halloween II’ original, la escrita por Carpenter, pero que en la estructura de esta propuesta, resulta casi experimental. Me he reconciliado con la evolución del personaje de Loomis, paralela y comparable a la del Loomis original. Y sobre todo, he revalorizado su retrato de una superviviente traumatizada, sobre todo después de comprobar hasta qué punto anda desencaminada la reciente secuela de ‘La noche de Halloween’.